sábado, 31 de diciembre de 2011

Chau 2011. Cerrá desde afuera.

Un día el año se termina. Es una de las pocas certezas que la organización social nos da. 
El saber nos aportó calendarios que nos permiten anticipar, organizar, programar.
Si eso fuera todo, los deseos con tiempo estarían cumplidos. Bastaría con saber programar y yo sería campeona en el cumplimiento de deseos. Hasta podría poner una Agencia de Programación para Desorganizados. (Tendría que anotarme esta idea por si alguna vez las cosas cambian.)
La cuestión es que termina 2011 y como diría alguien que no soy yo, "el pescado sin vender".
"2011, el año de las grandes expectativas, las energías puestas para cumplirlas y la nada concretada", fueron los pensamientos que como slogan empezaron a surgirme alrededor de octubre. 
Para mucha gente fue un gran año. Un año de crecer desde lo personal, desde lo profesional, desde los vínculos, desde lo patrimonial...
Tenía buenos objetivos. Empecé enero sabiendo que no quería volver a encerrarme en una oficina. Me pegó el viento en la terminal de Bariloche y supe que quería retomar la vieja idea de vivir ahí. Meses después vi que era inviable. Un empresario de la zona me lo confirmó: "No hay en toda la Patagonia un lugar para trabajar que pague lo que vos tendrías que ganar". Yo pensaba que estaba equivocado pero la realidad se encargaba de mostrarme que el señor tenía razón. Dos veces desmonté la casa. Dos veces la volví a armar.Y con la casa tuve que montar y desmontar ilusiones, energía, trabajos perdidos, favores pedidos... todo en silencio, porque mientras no se firman los contratos no puede decirse nada...
En agosto asumí que no era tiempo de ese cambio. Habían pasado 8 meses de vivir en el aire.
Volví a entrenar y pensé en pasarme enero en Bariloche para compensar. El gimnasio era mi oasis. El único lugar donde todo salía bien. 
Quería una alternativa laboral. Ya era suficiente lo del part time. Tampoco lo logré. 
Llegó una inspección de Metrogás, 45 días sin cocina ni agua caliente, mil angustias y un sueldo invertido en resolverlo. Sumále la quita de subsidios y el 350% de aumento en el ABL. Chau enero en Bariloche. Hola vacaciones en el calor de Buenos Aires que me anula y tanto detesto. 
Sobre eso llegó la lesión y el oasis mutó a espejismo. La meta de cerrar el año con 21k en un fondo se hizo irrealizable.
Y todo esto es sólo lo que estoy dispuesta a asumir en público. Mi 2011 fue un año para arañar, para retener lo que tenía, para no seguir perdiendo. Abandoné la sobreadaptación, mostré firmeza ante la realidad, me enojé con quienes quisieron obligarme a imaginar una realidad que se me hacía esquiva. Cuando no hay, no hay. Caerse de los sueños duele. Caerse de lo que le creemos a los otros sabiendo que es mentira es, además, de idiotas. Yo estaba dispuesta a volver a curarme las heridas -era eso o seguir sangrando, claro- pero no a sentirme idiota consciente. 
No es que no valore lo que tengo ni que no recuerde de dónde vengo, dónde estaba hace 9 años, 7 años, 3 años. Me acuerdo casi todos los días. Pero no me conformo ni pienso que poniendo energía y buena onda llegan las cosas que queremos. 
Por eso, cuando veo que tanta gente agradece un año maravilloso prefiero quedarme callada. Tienen derecho a disfrutarlo. Eso sí, cuando le dicen a 2012 "vas a tener que esforzarte mucho para ser mejor que tu antecesor" yo le digo que se venga nomás, que conmigo el esfuerzo es mínimo.