Cuando la Iglesia esté separada del Estado perderé
motivos para opinar sobre la Iglesia.
Cuando mis aportes no mantengan el culto católico perderé
motivos para opinar sobre la Iglesia.
Cuando la vida cotidiana de los no católicos no esté
cruzada por preceptos de la Iglesia perderé motivos para opinar sobre la
Iglesia.
Cuando las leyes abandonen la dependencia del catolicismo
perderé motivos para opinar sobre la Iglesia.
Cuando en las escuelas públicas no se enseñe según marca
el catolicismo perderé motivos para opinar sobre la Iglesia.
Cuando en los hospitales públicos no se tomen decisiones teñidas
por el catolicismo perderé motivos para opinar sobre la Iglesia.
Cuando en la Justicia no haya altares ni crucifijos
presidiendo los espacios perderé motivos para opinar sobre la Iglesia.
Mientras el Estado subsidie escuelas católicas por no
poder hacerse cargo de la educación laica opinaré sobre la Iglesia.
Mientras tanto, a quien espere mi silencio le acerco un
banquito. Es como poner la otra mejilla. Bien católica la actitud.
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