martes, 4 de febrero de 2014

Derecho a la educación, derecho a la infancia

"Escuela 3, escuela de mujeres,
Escuela 3 es la mejor que hay,
Escuela 3 no acepta mariquitas
ni nenitas de mamita como las del Panamá..."

No tenía idea de qué era una mariquita y el Panamá era sólo un país, pero esa era la canción de mi escuela así que la cantábamos a los gritos, sobre todo a la salida mientras esperábamos para subir a la camioneta de Norma y Rodolfo y cuando fuimos más grandes, caminando al 156. No sé por qué el enemigo eran las chicas del Panamá, la canción la heredamos y las tradiciones no se cuestionan.

Mi escuela era gigante vista con ojos de niña: media manzana de aulas, patios, comedor y un parque inmenso con juegos, pinos y hasta un duraznero que florecía en primavera. Del otro lado de la pared, la Escuela 4, llena de varones y en vez de parque una pileta en la que me tiré en lo hondo como los grandes por primera vez. 

Recuerdo todas las variables que daban vuelta en mi familia a la hora de elegir mi escuela. Pública, mixta, doble escolaridad, cercana, que hubiera algún chico del Jardín... 
Me llevaron a recorrer la de la Avenida San Martín, la República de Nicaragua, a la Grecia. Y ganó la Escuela 3, aunque no era mixta, quedaba como a 20 cuadras y con la vía del tren en el medio. Tener una vacante en la Escuela Grecia era difícil. Dificilísimo. Mis abuelos retrasaron su mudanza y dijeron que yo vivía con ellos, a cinco cuadras de ahí. Sé que mi zeide llevó el banquito de madrugada para hacer la cola, sé que mi babe estuvo ahí. El primer día de clase y todavía con arena en las orejas, adentro de un delantal con tablitas estaba yo con mi valija, muerta de miedo y sin amigos.
Con el tiempo la escuela fue el lugar central de mi vida. Un lugar para aprender, para correr, para descubrir quién era, para hacer amigos, para sacar mis mejores partes. Y para recorrerla y jugar los sábados cuando se reunía la Asociación Cooperadora "Los Amigos de los Niños" y los papás nos llevaban mientras ellos dejaban su fin de semana en hacer una escuela mejor para nosotras. Jugar a la maestra en la escuela, escribir en el pizarrón sin que nadie nos retara, correr y patinar en el patio largo, largo, larguísimo y rechinar las zapatillas y que Josefina la portera metemiedo no pudiera decirnos nada porque estaban nuestros papás, que las hamacas alcanzaran para todas...

La escuela es el mejor lugar del mundo cuando fue elegida para vos, cuando está de acuerdo con el estilo de vida de tu familia y te lleva a descubrir y sacar lo mejor, eso que no sabías que tenías pero que los maestros saben desenrollar. Cuando sos grande y volvés al baúl de los buenos recuerdos, seguro que muchos salen de la escuela.

En la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, este año entre 7000 y 9000 chicos que eligieron la escuela pública no tienen vacante y un número incierto no tiene vacante en la escuela que su familia eligió, como mis papás eligieron hace tanto una escuela para mí. 
El Gobierno a cargo de la Ciudad les ofrece a los primeros la nada misma -las disculpas del Ministro de Educación son la nada misma, sí- y a los segundos viajar por sus medios una hora y más para ir a una escuela con otro proyecto educativo, distinto al que las familias consideran mejor para esos niños y adolescentes. Dos horas o más para cuatro horas y media de clase, o tres, o cinco, con niños que necesitan que alguien los lleve y los traiga. Impracticable. 

La Ciudad de Buenos Aires considera a la educación un derecho. La familias que están eligiendo la educación pública como opción educativa ven lesionado su derecho a elegir. Son derechos consagrados en la Constitución de la Ciudad en sus artículos 23 y 24.  

El Gobierno a cargo de la Ciudad, votado por la mayoría de la ciudadanía está en su segundo mandato y ejerce el poder desde el 10 de diciembre de 2004. El gobierno nacional transfirió la educación de nivel primario a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires en 1978 y el nivel secundario en los 90. No hay espacio para decir que "fue un problema que nos tiraron por la cabeza", frase de cabecera de esta gestión. 
Hace un año la polémica era porque cerraban grados completos en las escuelas públicas, hoy el drama es que miles de familias no tienen vacantes en las escuelas públicas. Algo que no supieron prever; un error imperdonable o una definición del concepto de educación pública que hoy queda a la vista: llenarse la boca defendiendo la educación pública con el discurso no sirve cuando no se acompaña con la gestión. La falta de vacantes deja a la vista un problema complejo que se lleva puestas miles de infancias. Y la infancia no tiene repuesto. 



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