jueves, 14 de noviembre de 2013

El juego de creer

Ayer me quedó un bache de dos horas entre tomografía y kinesióloga. 
Dos horas, una avenida con las principales marcas de ropa deportiva y día de descuentos. 

Mi lugar preferido para comprar calzas tenía una con bolsillos, strass en las pantorrillas, reflectantes y los logos en magenta. Me enamoré bastante, pero bueno, lo de los amores únicos es muy S XIX. 
Este amor único duró hasta que, en el perchero más cercano a la puerta, encontré una bastante más discreta y minimalista. Y más cara. 
-¿Por qué?
-Porque la tecnología de la sarasa recontrasarasa de no sé qué, que trabaja con el calor del cuerpo, bsbsbsbss y ANTICELULITIS-, explica la vendedora, que entró al mundo deportivo hace 15 minutos directo de un casting de baile de programa de cumbia.

Y sí, ahí los brillitos pinchaban y los reflectantes no parecían seguros y 10 cosas más para justificar este nuevo amor. Porque si algo está claro es que el amor es mentiroso, el amor es un dibujo y al objeto de amor no se le cuestionan cosas. 
Enamorarse requiere creer. Y antiage, anticelulitis, los Reyes Magos, todo eso es objeto de religión. El que no cree, que se corra y chitolaboca. ¿O vos le dijiste a alguien "ES MENTIRA" cuando te habló del Espíritu Santo, la virgencita del Choroto o de Papá Noel? Bueno, ahí tenés.

Todos empezábamos las clases con un objeto fetiche, un amuleto de la suerte para que el año fuera bueno. Un lápiz, un cuaderno, un cosito adentro de la cartuchera. Algo. Cerrá los ojos y pensá: seguro vas a ver los tuyos.
Entre corredores nos deseamos éxito, "porque la suerte es para los que no hicieron las cosas bien". Pero a veces hacer las cosas bien no alcanza y una se fractura. Sí, sí. Una va corriendo y de repente y sin explicación aparece un dolor horrible que una no reconoce así que sigue corriendo. Sin golpes, sin caídas, sin explicación: fractura. 

-Basta. Fue un accidente-, concluyó el médico, después de buscar culpables por todos los rincones. 

Ajá. Entonces hay que hacer las cosas bien y tener suerte. 
Pensar en los objetos fetiches es un lindo juego. Le pone un toque de magia a tanta racionalidad adulta. 
Caminaba a kinesiología con la bolsa de la calza y dos tomografías mientras mi amiga retiraba las nuevas remeras del team -AMARILLAS,  porque el horror se hace inevitable a veces- imaginando un tramo de mi vuelta a las carreras.  Se me iban los pies. En sueños corro, en la vida la bota no me deja. La vida a veces nos cuida de los sueños peligrosos poniéndonos una bota dura, pienso. 
Repaso desordenado. La calza nueva, negra, gris y con reflectantes; la remera amarilla, con negro y rojo; las zapatillas... ¿qué zapatillas? ¿Cómo combino todo eso sin parecer un taxi?

Bien. Necesito zapatillas fetiches. Después de todo, lo que se me rompió fue el pie. 
Cuando me saquen la bota me voy a buscar un amuleto potente para mis pies. Y quien quiera creer, que crea.


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