martes, 4 de marzo de 2014

¿Alguien puede pensar en los niños?


Piden, piden , piden. Son máquinas de pedir. 
Las zapatillas con luces, sonidos, ruedas y marca original. Ropa, discos, cuadernos, entradas al teatro, todo de esa estrellita de marketing que cobra lo que no cuesta ni vale. 
Y el menú de cadena de comidas rápidas, y el muñequito, y la computadora y el acceso a la web de ese ladrón que dibuja gatos.
Y todo lo que la tanda de la TV ofrece. 

Y vos, que ya te quejaste muchas veces porque todo lo que les compraste queda tirado por ahí después de unos días de atención, seguís corriendo todo el día para juntar la plata que te permita pagarlo. Tenés la vida puesta en eso y aún así nunca alcanza.  

Pará. Quizás lo que piden no sea literal. Pará un minuto a mirar a tus hijos.  O un rato. O muchos ratos. 

¿Necesitan esas zapatillas o necesitan zapatillas que sostengan sus pies en crecimiento y gritarte "a que no me ganás" y correr por la vereda hasta llegar a la puerta de casa o jugar un "metegol entra" con vos de arquero?

¿Necesitan ir al teatro cada vez que se presenta esa gritona del marketing? ¿Cuántas veces te paraste frente a la TV y trataste de sacar la coreo con ellos sólo para reírte y compartirlo?¿Cuántas remeras con la gritona y cuántas hechas entre hermanos una tarde de sábado en la mesa de la cocina con anilinas y pintura para tela?

¿Cuántas veces te piden comida congelada e industrial por no conocer el gusto de la comida casera, esa de la que no podés ocuparte porque trabajás un millón de horas para pagar patitas de plástico frito y conservantes? ¿Cuánta factura de panadería y cuántas galletitas deformes amasadas en un feriado en familia? ¿Cuánta verdura rechazada en el plato y cuántas visitas a elegir en la verdulería?

¿Cuánto pedido de combo de comida chatarra porque no saben lo que es extender un mantel en el parque y hacer un pic nic? ¿Cuántas veces se levantaron de la mesa enojados después de mil "se quedan quietos" y cuántas se fueron a seguir filas de hormigas para terminar pateando un hormiguero? (y guardia médica y antialérgico cada 8hs por las picaduras, eso también.)

¿Cuánto quieren el acceso a la web del ladrón de gatos dibujados y cuánto quieren jugar pero ya les dijiste "más tarde" cuatro veces y terminaste haciéndolo de mala gana? 

¿Cuántas veces te vieron saltando de pantalla en pantalla y cuántas veces pasando páginas de un libro escuchándote reír o viéndote esconder un pañuelito y decir "ya voy" y no poder dejar de leer? ¿Cuántos cuentos les contaste por las noches, cuántas voces de personajes creaste para ellos?

¿Qué canción inventaron juntos en un largo viaje en tren, de qué cosa se ríen todos los años en las fiestas que se repiten, cuántas veces respondiste sus dudas de verdad y sin querer sacarte el tema de encima? 

¿Cuántas veces te interesaste en lo que les gusta, lo que disfrutan, en sus maneras de aprender?¿Cuántas veces respetaste sus tiempos para entender y aceptar, cuántas veces aceptaste que ellos pueden querer algo distinto a lo que te gustaría que quieran y que no son un bloque, que cada uno de tus hijos es un ser distinto? ¿A cuántos "papá miráme" no prestaste atención? ¿De cuántos "mirá, mamá, mirá" te desentendiste? (Descontando los respetuosos "termino con esto, dáme un ratito, estoy haciendo algo que no puedo dejar". Claro que tenés derecho a una vida de adulto.) Los chicos se dan cuenta cuando no se interesan en ellos y con eso hacen lo que pueden. Lo primero que pueden es pensar que es culpa de ellos y sufrir. Sufrir mucho y tupido.

Las marcas de infancia que quedan son la experiencia y la emoción. Requieren que le pongas el cuerpo de otra manera: cuestan menos plata que responder con todas las herramientas del consumo y mucho más compromiso afectivo. El rendimiento es a largo plazo. Lo peor que puede pasar es que en 20 años se rían juntos porque reclamaban zapatillas de marca con chip y GPS, esas que ahora no van a comprar a sus hijos porque a los 7 años no hacen falta. 


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