sábado, 14 de junio de 2014

Volviste un día

Dos horas y cuarto para llegar.
Saber que todo lo que había llovido tenía que haber dejado el parque como una pileta.
Saber que no podía correr en tierra ni en asfalto.
Ver que se hacía de noche y no llegar.
Andar el barrio donde se amontonan mis juegos de infancia con los sueños deportivos.
Respirar ese aire verde y mojado, espantar la molestia.
Llegar, charlar, empezar: abdominales, elevación de cadera, gemelos, sentadillas, y así.
Una vuelta de caminata rápida por asfalto.  “Si te veo corriendo te bajo a piedrazos.” Bueno. Entendí.
Salir por esos 900m. Sentir que viene alguien corriendo fuerte y que baja la velocidad.  “Volviste un día”, me dice desde atrás, sonriendo,  sin parar y subiendo  la velocidad.
Sentir que mi boca crece, se arquea y que la sonrisa no me entra en la cara.
Sí. Un día volví.  


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