domingo, 29 de diciembre de 2013

El lunes empiezo

Salvo la escuela, nunca empecé un lunes las cosas importantes. Ni los trabajos, ni la facultad, ni los cambios en el entrenamiento, ni las parejas... ni ninguna otra cosa que pudiera resultar importante en la vida de alguien. 

"El lunes empiezo" me resulta desconocido y hasta peligroso. Toda la gente que conozco que se propone empezar algo un lunes, fracasa y con ruido. 
También es raro empezar un plan a largo plazo en diciembre. Y más raro hacerlo un 30 de diciembre. 

Ayer salí del gimnasio que va a cobijar mi última etapa de rehabilitación diciendo "No hay motivo para seguir retrasando el plan. El lunes empiezo." Me dio un poco de vértigo reconocer que el día elegido era lunes, y el último día hábil del año. Una mezcla rara. 

"Cuando ganes la calle no vas a querer volver a entrar en un gimnasio", me dijo Cristian, mi primer gran entrenador. Un un tipo que sabía y al que comprendí años más tarde, cuando gané la calle. Ahora tengo que volver al encierro del gimnasio, que es mejor que quedarme en el encierro de no entrenar.
Propiocepción, carga controlada, spinning, pileta. Nada de impacto. Cinta prohibida. 

Igual, el esfuerzo físico es algo que mi cuerpo ya conoce. Me preocupa poco. El lunes empieza el esfuerzo de adaptarse a un nuevo lugar, de hacer lo mío en un espacio con reglas propias y en donde hay que convivir con otra gente. 

El lunes vuelvo a un vestuario en tiempos de colonia de vacaciones y de cortes de luz.

El lunes conozco a un profe -en el mejor de los casos, profe- cansado de todo el año de trabajo o suplente, nuevo como una y deseo que entienda de qué va la cosa y no diga -muchas- pelotudeces ni ponga trabas imbéciles como que tengo que ir en el horario en el que él trabaja. 

El lunes vuelvo a spinning y deseo que el profe no sea un analfabestia musical y que por sobre todas las cosas, no grite. Parece que en la acreditación de Spinning es un prerrequisito: si no gritás como un enfermo no pasás. 

El martes vuelvo a la pileta. No es que no quiera volver el lunes, es que también tengo Pilates y el día se termina. 
La pileta fue mi amor y mi espacio de entrenamiento hasta los veintipico. No querer seguir entrenando entre niños, la complicación de trasladarse, el bolso con ropa mojada, el costo, pero por sobre todas las cosas, el cloro en el pelo, desgastaron la pareja. Hoy me toca volver y me pregunto cómo será ese reencuentro con el agua, con el vestuario, con el guardavidas -qué tipo poco afecto al trabajo que es el bañero, eh-. 
"¿Y por qué no vas a querer quedarte en pileta después de los tres meses de abono?", me dijo el del gimnasio. Un hijo de puta desestabilizador terrorista emocional. Un tipo peligroso, sin duda. Me voy a ocupar de no volver a cruzarlo.

El bolso ya está listo. Hace 15 días el bolso espera el momento de volver. ¿Cuánto esperé yo? Más. Bastante más. 




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