jueves, 7 de agosto de 2014

Un camino que sólo veo yo

Estaba todo en el mismo lugar. Iba a decir que estaba todo como lo recordaba, pero, curiosamente sólo recordaba los brazos calientes cortando el viento frío y casi nada más.
Mientras me vestía entré en pánico: no me acordaba dónde estaban las marcas, cuanto medía cada uno de los parques. Decidí el recorrido mientras salía a la avenida. Era la primera vez que tenía que armar un trayecto largo y no podía resolver. Me mareaban las cuentas. Son 4, si salgo del 1 y llego hasta el 4 son 3 y vuelvo, son otros 3, me da 6, no sirve, salgo del 1, llego hasta el 3, son 2, vuelvo, son 4, bien, ahí tengo la primera parte, vamos con eso mientras resuelvo el resto.
Caminé hasta el 1, estiré las piernas, me desabrigué y empecé a perseguir mi sombra, todavía larga.
El pie derecho avanza, reconoce el territorio, sigue el izquierdo mientras cada pierna se acomoda y el resto del cuerpo acompaña. Hay quien dice que Buenos Aires es una ciudad plana. Yo no discutiría con ellos, los llevaría a correr conmigo. Hoy, después de un año, me reencontré con cada una de las subidas y bajadas que tiene la avenida Figueroa Alcorta entre Salguero y el edificio Blue Sky. Lo que más me impresionó fue que yo no las recordaba pero mis pies sabían de cada una de ellas.
Siempre estoy empezando”, le dije el otro día a mi entrenador. Siempre pienso en eso, que siempre estoy empezando y una parte de mí se avergüenza por eso, como si fuera una falla, un error. Hoy, volviendo a esa ruta que mis pies conocen tanto pensé que el modo en el que me tomo la vida hace que siempre esté empezando, que mis caminos no son rectos, que la línea que une cada cosa que empiezo no es obvia pero es fuerte y que tiene un sentido que elijo. Que siempre estoy empezando algo que se ve porque sirve al camino que sigo, que no se ve. Ya sé, es difícil de entender.
Si paso todos los semáforos en verde, si nada me detiene, eso va a ser una señal.” Me río de lo que pienso, ¿qué diferencia tiene con esas vírgenes que pasan en facebook?
Pienso en los extranjeros que pasean, en que quizás me cruce con una amiga que trabaja cerca y me escuchó mil veces pasar por esa avenida y suspirar viendo a otros corredores y en cómo va a tocar la bocina y ponerse contenta, tan contenta como me pongo yo de poder volver a correr, en la falta de semáforos peatonales, en que no me atropelle esa bici, en que la señal de la bicisenda está puesta al revés, en que no arreglaron nada de lo que estaba mal hace un año. Igual sonrío.
Llego al 1, terminó la primera etapa. Me tocaron 4 km de semáforos en verde: todos. Y quiero que sea una buena señal.
Camino hasta la plaza haciendo cuentas otra vez. Ahora son metros: tengo que llegar a 1000. Resuelvo y cambio sobre la marcha: no voy a caminar 1000, me enfrío muy rápido. A los 600 vuelvo a correr. Mñnsnss, tres plazas y me van a faltar 600, voy por las tres y calculo
Corro, corro, corro. Esta la tengo dominada. Sé dónde hay una raíz suelta, dónde un fierro levantado, cómo evitar la columna cuando viene alguien de frente. Está seca, no voy a patinar. En la primera vuelta controlo la mierda perruna y ya sé dónde no pisar. Los vecinos de Castex y Cavia también son sucios, sí señor.

Faltan 4 días para el cumpleaños de mi última carrera, faltan 25 para la próxima. Porque siempre estoy volviendo a alguna parte. Siempre estoy empezando algo visible mientras sigo un camino que, a veces, sólo veo yo. 

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