Estaba todo en el mismo lugar.
Iba a decir que estaba todo como lo recordaba, pero, curiosamente sólo
recordaba los brazos calientes cortando el viento frío y casi nada más.
Mientras me vestía entré en
pánico: no me acordaba dónde estaban las marcas, cuanto medía cada uno de los
parques. Decidí el recorrido mientras salía a la avenida. Era la primera vez
que tenía que armar un trayecto largo y no podía resolver. Me mareaban las
cuentas. Son 4, si salgo del 1 y llego
hasta el 4 son 3 y vuelvo, son otros 3, me da 6, no sirve, salgo del 1, llego
hasta el 3, son 2, vuelvo, son 4, bien, ahí tengo la primera parte, vamos con
eso mientras resuelvo el resto.
Caminé hasta el 1, estiré las
piernas, me desabrigué y empecé a perseguir mi sombra, todavía larga.
El pie derecho avanza,
reconoce el territorio, sigue el izquierdo mientras cada pierna se acomoda y el
resto del cuerpo acompaña. Hay quien dice que Buenos Aires es una ciudad plana.
Yo no discutiría con ellos, los llevaría a correr conmigo. Hoy, después de un
año, me reencontré con cada una de las subidas y bajadas que tiene la avenida
Figueroa Alcorta entre Salguero y el edificio Blue Sky. Lo que más me
impresionó fue que yo no las recordaba pero mis pies sabían de cada una de ellas.
“Siempre estoy empezando”, le dije el otro día a mi entrenador. Siempre
pienso en eso, que siempre estoy empezando y una parte de mí se avergüenza por
eso, como si fuera una falla, un error. Hoy, volviendo a esa ruta que mis pies
conocen tanto pensé que el modo en el que me tomo la vida hace que siempre esté
empezando, que mis caminos no son rectos, que la línea que une cada cosa que
empiezo no es obvia pero es fuerte y que tiene un sentido que elijo. Que
siempre estoy empezando algo que se ve porque sirve al camino que sigo, que no
se ve. Ya sé, es difícil de entender.
“Si paso todos los semáforos en verde, si nada me detiene, eso va a ser
una señal.” Me río de lo que pienso, ¿qué diferencia tiene con esas
vírgenes que pasan en facebook?
Pienso en los extranjeros que
pasean, en que quizás me cruce con una amiga que trabaja cerca y me escuchó mil
veces pasar por esa avenida y suspirar viendo a otros corredores y en cómo va a
tocar la bocina y ponerse contenta, tan contenta como me pongo yo de poder
volver a correr, en la falta de semáforos peatonales, en que no me atropelle
esa bici, en que la señal de la bicisenda está puesta al revés, en que no
arreglaron nada de lo que estaba mal hace un año. Igual sonrío.
Llego al 1, terminó la primera
etapa. Me tocaron 4 km de semáforos en verde: todos. Y quiero que sea una buena
señal.
Camino hasta la plaza haciendo
cuentas otra vez. Ahora son metros: tengo que llegar a 1000. Resuelvo y cambio
sobre la marcha: no voy a caminar 1000, me enfrío muy rápido. A los 600 vuelvo
a correr. Mñnsnss, tres plazas y me van a
faltar 600, voy por las tres y calculo.
Corro, corro, corro. Esta la tengo
dominada. Sé dónde hay una raíz suelta, dónde un fierro levantado, cómo evitar
la columna cuando viene alguien de frente. Está seca, no voy a patinar. En la
primera vuelta controlo la mierda perruna y ya sé dónde no pisar. Los vecinos
de Castex y Cavia también son sucios, sí señor.
Faltan 4 días para el
cumpleaños de mi última carrera, faltan 25 para la próxima. Porque siempre estoy
volviendo a alguna parte. Siempre estoy empezando algo visible mientras sigo un
camino que, a veces, sólo veo yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario